«El sótano» de Begoña Huertas

 

Instalada en el cansancio crónico, fruto de una inespecífica dolencia, la narradora de esta novela decide ingresar en una clínica de lujo eficazmente diseñada para restaurar cuerpos enfermos. Allí se rodea de un selecto grupo de pacientes que, como ella, se entregan a los tratamientos  ―algunos secretos y otros experimentales― que les suministran en el  sótano del edificio. Entre sus compañeros se encuentra Rubén, que actúa como maestro de ceremonias, y su mujer Dolores, con quien la protagonista entabla una amistad incierta. También la señora Goosens y su sobrino Adolfo, que parecen sanar y empeorar, respectivamente, a ritmos sospechosos. En común tienen una máxima: «Las miserias nos las callamos todos por dignidad.»  Pero cuando la mejoría física de la protagonista no llega, cuando las dinámicas del grupo parecen obligar a sus integrantes a elegir entre soledad o tiranía, los recelos emergen.

¿Y si lo raro es precisamente estar sano? Si la identidad, acaso más enferma que el cuerpo, puede convertirse en un lastre, ¿sería preferible aceptar su disolución o tratar de oponer resistencia? Y, ante lo que parece el principio del fin, ¿vale la pena dedicar esfuerzos a escribir, en palabras de la narradora, «una novela de trama médica, sórdida y criminal»?

Datos técnicos

Editorial: Anagrama (2023)

Nº de páginas: 160

Formato: Tapa blanda / Versión Kindle

ISBN: 978-8433901675

Precio: 17 € / 2,79 €

 

Impresiones

Reconozco que esta vez he recurrido al formato sonoro para atacar esta concisa narración de una autora delicada, precisa, sutil, cautivadora… El motivo no era otro que disfrutar de los requiebros de la voz de Nùria Mediavilla en el prístino texto de Begoña Huertas cuya impronta en el sello Anagrama me había sido recomendada una y otra vez. Creo que he acertado y dada la naturaleza y hasta la complejidad que esconde la obra, espero leerla en breve. Sí, una segunda revisión de las mismas palabras, puede que influido por los rescoldos de la primera o, quién sabe si predispuesto a paladear cualquier sutileza que me hubiese pasado desapercibida.

La narradora cuenta su experiencia al ingresar en una clínica privada para ser atendida de su proceso oncológico. Cada una de las reflexiones que realiza sobre su entorno, sobre los personajes que con ella interaccionan y sobre su propia persona despiertan una serie de preguntas que el lector irá contestando, si se ve capacitado para ello, mientras que, paralelamente, atiende al relato del modo en que ella las interioriza, ejerciendo de poderoso imán que nos conduce a su mundo interior, a sus sentimientos, a su visión de la vida y de la muerte, de la compañía, de la soledad, de la existencia…

La enfermedad es el más potente combustible para encender la mecha del incendio que se inicia en nuestras entrañas y nos obliga a afrontar la realidad con las armas con las que hemos sido dotados a la hora de nacer, a las que se suman aquellas que hemos adquirido a lo largo de una experiencia denominada vida.

El modo de escribir de Begoña Huertas invita a la reflexión. Ducha en el empleo de la palabra, crea en poco más de dos horas un mundo que puede ser explorado, que debe ser descubierto, que nos devora y nos demuestra la crueldad, la desnudez y la indefensión del ser humano cuando se entrega a un devenir de acontecimientos que no figuran en el guion inicial.

No se trata de un libro acto para todos los públicos, al menos no es la receta que necesita el lector ávido de entretenimiento. No existe fórmula universal para realizar una reseña literaria ni garantías de que esta pueda obedecer fielmente a los fines de quien escribe, pero sin dudas la autora pone todo de su parte para crear un producto de calidad complejo, con un mensaje subliminal que no necesita de efectos para mostrarse tal como ha sido hábilmente diseñado, y en esa elaboración reside la magia en la que puede resumirse cada página, pada pasaje, cada sonido…

No se necesitan más personajes. En la clínica privada, un hotel sanitario, la protagonista establece peculiares relaciones con otros internos, no muchos, cuyas vidas son relatos que pasan como los árboles a través de la ventanilla de un tren en movimiento y el viaje, corto, se prolonga con el poso que queda una vez la mesa ha sido recogida.

Entonces, y solo entonces, únicamente nos resta comenzar a leer…



  

Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez

 

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