19 de abril de 1950. El agua ya ha
alcanzado la piedra que sirve de testigo: en menos de diez días Hontanar
desaparecerá para siempre inundado por el pantano. Todos están celebrando la
inauguración del pueblo nuevo, solo quedan allí los hermanos Cristóbal. Pero un
suceso terrible les obliga a emprender precipitadamente el viaje: Marcos
descubre a su hermana Sara colgada de un machón de la cuadra. Envuelta en la
colcha que bordó durante años para un ajuar que ya nunca será utilizado y oculta
entre sacos de patatas, Sara recorre ese camino en el carro de su hermano.
Después de todo, siempre quiso irse del pueblo.
Durante el trayecto por un territorio que es ya un páramo, Marcos recuerda la historia de la familia, sus sombras y silencios: la llegada siendo unos niños cuyo origen su madre quiso esconder, los deseos de Sara por construirse una vida propia, la obsesión de la madre por el pretendiente perfecto que le procurase una buena boda, los sentimientos e impulsos no confesados, las traiciones y la relación con el ingeniero falangista encargado de las obras del pantano...
Datos técnicos
Editorial: Lumen (2021)
Nº de páginas: 272
Formato: Tapa blanda /
Versión Kindle
ISBN: 978-8426410436
Precios: 17 € / 7,59 €
Impresiones
Mi librera, mis libreras de confianza, me han aconsejado leer este título. Ya había oído hablar de él, pero no pasé de echarle un vistazo. Son tantos los libros por leer…
Al salir de la librería,
lo hago con un ejemplar, el que me han entregado en mano, conociéndome,
sabiendo que disfrutaré de su lectura. Quieren saber mi opinión. Es un honor.
Una opinión es algo tan personal… Claro que, sabiendo de mi labor como reseñador,
la historia cambia. Y aquí me veo ante la exposición de mis impresiones sobre
el libro de una autora premiada —desconocida hasta ahora por mí— por la que la
editorial Lumen ha apostado fuerte y en cuya banda, la que subyace a un hermoso
caballo de crines blancas —portada—, Julio Llamazares dice textualmente «Mucha
gente desconoce lo que debajo del agua de los pantanos se oculta. La marca del
agua ayuda a entenderlo dando la voz a los que la perdieron y sentido a su
emoción desde la literatura. Una novela muy especial» Lo tengo realmente
difícil: o repito como un loro lo que un escritor consumado afirma, o le llevo
la contraria con el riesgo que conlleva equivocarme. No importa, la diatriba se
soluciona de una única manera, leyendo.
Acabo de terminar la
lectura. No me ha llevado más de dos sesiones. Ha llegado la hora de la
introspección. Trabajo mental, síntesis, conclusiones y una sensación extraña.
Estoy de acuerdo; es un libro especial. Pero lo especial no lo encuentro en la
temática, acertada, sino en la técnica. Parece que cada vez le doy más
importancia a la segunda que a la primera. Estoy cambiando, o simplemente soy
así. Ahora comprendo al señor Llamazares y a los miembros de la editorial
Lumen, los mineros que se han topado con una piedra preciosa, quién sabe si en
el fondo de un pantano.
La marca del agua es un
camino, literal y metafórico, que me ha retrotraído al Coloquio de los perros,
pero quienes conversan son un sacerdote y un muchacho, un muchacho y un
caballo, Noble, un caballo y un camino, el que separa dos pueblos separados por
el agua que empieza a alcanzar la altura que hace patente —esta vez sí—, que el
pueblo Hontanar va a ser sepultado por las aguas.
1950. La guerra ha
terminado y el proyecto republicano para llevar a cabo las obras de este
pantano castellano han quedado paradas. Es Ahora el bando Nacional el que las
llevará a cabo. Gestiones y política de fondo. Diálogos en primer plano. El
camino, secundario, es tortuoso; da tiempo para reflexionar, hablar y hacer un
buen repaso a la vida de la familia. En el cajón del carro permanece en todo
momento una testigo de excepción: Sara se ha suicidado, ha muerto, y hay que
darle sepultura. Pero Sara escucha, porque los muertos no se van del todo y,
atendiendo a la superchería popular, el sentido del oído es el último en
apagarse.
La autora cuenta su
historia de un modo tremendamente original. El pasado y el presente se mezclan
en los diálogos de un modo hábil, si bien hay que estar atentos para saber
quién habla en cada momento. Esa atención es la contiene la dureza de su
lectura, convirtiendo el título en uno de los clasificados como inteligentes y
cultos, poco aptos para pasar el tiempo. Al contrario, se trata de un buen
ejemplo para imitar estilos y aprender.
No hay más crimen que un
suicidio, y las intenciones de dar sepultura en suelo santo a quien no murió
como mandan los cánones. La vida dispone lo que las almas han propuesto
previamente. Noble, mientras, camina y obedece las órdenes de Marcos Cristóbal,
o Marcos Valle, el verdadero protagonista, mientras que Don Rufino le hace los
coros. Don Quijote, Sancho y Rocinante en una peculiar interpretación rural de
una de sus hazañas.
En el fondo del pantano,
lodo. Y un pueblo. Y los recuerdos. Y las vidas. Y los muertos. El nivel del
agua sube lentamente y alcanza la línea trazada sobre la piedra que permite
calcular cuándo comenzará el fin. Ahora toca jugar a imaginar. Yo me imagino en
el fondo de un pantano tantas cosas. Sí, desde un anillo hasta una espada forjada
por los dioses. Desde un cadáver hasta un cofre, desvencijado, alrededor del
cual se disponen al azar las monedas de un tesoro. Es cuestión de sumergirse en
el mismo y comprobar si las hipótesis se convierten en tesis, si realidad y
ficción confluyen o es solo la imaginación, de la que nuca quedaremos
exonerados, la que nos hace ver una realidad paralela que puede o no
satisfacernos.
Monserrat Iglesias tiene
mi edad y me aventaja en la carrera de las letras. Corro, más o puedo
alcanzarla. Quizás necesite leer su novela, El terraplén, para confirmar la
madurez de su técnica, sabiendo que en una reseña no puedo desvelar más
secretos que los que la sinopsis autoriza, endulzados por la benevolencia no
unos ojos que solo ven buenas intenciones cuando el negro traza arabescos sobre
el blanco satinado, o sobre el hueso mate que crepita al ser acariciado.
Y el resumen debe
hacerlo Noble, el equino que asiste a la historia y no deja de caminar, aun
cuando el camino se ensañe con él. Es el testigo de todo lo que ocurre, es el
escribano que todo lo apunta y, por ello, se ha ganado ser el protagonista de
la portada en la que el título despista respecto a la imagen, en el que la
imagen nos dirige por los derroteros que no está en nuestra mano cambiar. Por ello,
sigamos leyendo, les invito a ello, y quizás, solo quizás, la editorial Lumen
me obsequie con más títulos de su catálogo como lo han hecho sabiamente mis
libreras, mis libreras de cabecera…
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez
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