Entrevista a Carolina Pobla autora de «Los juguetes de la guerra»
Si no me
equivoco, es esta la segunda vez que haremos referencia a la presente novela en
estas páginas. No obstante, no es mi intención repetir contenidos ni reiterarme
en su reseña o recomendación. Muy al contrario, pretendo que sea la misma
autora la que nos convenza de las virtudes y defectos (si los hubiere) de la
misma. Para una detallada reseña argumental me remito al excelente trabajo de
mis compañeras en entregas previas. Pero permítanme prologar lo que ha de
venir.
Los juguetes de la guerra llegó de un modo inesperado a mis manos. Puede que mi
dedicación a reseñar diferentes (muchos títulos) haya influido en que alguien
haya considerado que mis comentarios pudiesen ser beneficiosos para promocionar
la obra, e incluso cabe la posibilidad de que la trascendencia de mi actividad
haya trascendido a las perspectivas que un día marqué en la realización de mi
labor a este otro lado de las letras. De ser un escritor aficionado me he
convertido, sin darme cuenta, en un colaborador de medios, afición, que no
oficio, con la que me siento realizado y combino con otras lides como la de
escritor, padre y médico.
En cualquier
caso, regalos como aquel al que me refiero siempre me producen ilusión y
satisfacción. Es cierto que las editoriales y autores que me buscan lo hacen
buscando un determinado perfil de lecturas que siempre doy a conocer bajo la
advertencia de ser sincero en mis comentarios y concienzudo en las correcciones.
Tales condiciones bien pudieran hacer que mis “clientes” se echaran para atrás,
cosa comprensible por otro lado, pero la realidad me ha demostrado que mis
prejuicios no tienen fundamento. Por eso, agradezco la confianza que se pone en
mi quehacer.
Comenzaré, sin
más dilación, a invitar a Carolina Pobla a que se siente en mi sofá, el mismo
que me gusta denominar “literario” que realmente es un diván en el que consigo
sacar a mis “pacientes” todos los secretos que puedo.
Bienvenida, pues, Carolina, a esta
entrevista heterodoxa.
Gracias por
invitarme. Para una conversación de esta envergadura, deja que me recueste. Ya
sería perfecto una copa de buen vino.
Los juguetes de la guerra
es la segunda novela de una autora que ya sorprendió con su ópera prima
Geranios en el balcón, historia que cautivó a los lectores y que dio el
pistoletazo oficial de salida para una prometedora carrera como narradora.
Cuéntanos algo sobre aquella experiencia.
Geranios en el
balcón creció en un momento en que la vida me pedía un cambio. Por fortuna tuve
un apoyo familiar absoluto y me lancé al vacio. Yo he llegado a las letras muy
tarde, después de una larga trayectoria en el mundo de la danza que, tengo que
decirlo, me ha proporcionado muchas alegrías. A parte de muy buena gente, de
esa época me llevo la constancia, la disciplina y el espíritu de trabajo que
tiene todo bailarín. Y lo uso para escribir. Con el manuscrito terminado, tuve
la suerte de caer en buenas manos y, desde entonces, mis dos criaturas de papel
no han dejado de darme satisfacciones.
Por cierto, me
encanta la palabra narradora, creo que me define muy bien.
Tal como su título confirma, Los
juguetes de la guerra nos traslada a una época histórica sobre la que mucho se
ha escrito y se escribirá, pero en cambio tratas el tema de tal forma que la
guerra solo es una anécdota y eso no es nada fácil. Quisiéramos saber cómo
surge la idea y cómo te las apañas para no caer en las descripciones del horror
asociado a la Segunda Guerra Mundial.
Yo quería escribir
una historia inspirada en los recuerdos de infancia de mi madre y cuando empecé
a informarme y a ver películas y documentales, a leer libros y artículos, a
estudiar fotografías, después de pasar muchos días de angustia, hasta de llorar
demasiado, me di cuenta de qué era lo que NO quería contar. Hay muchas
estupendas novelas que nos narran experiencias terribles en el campo de batalla
o en los campos de concentración, muchas historias de resistencia y de
supervivencia extrema. Por eso situé la novela en un pequeño pueblo de montaña,
alejado de la primera línea de fuego pero también sometido al miedo y a las
consignas de los comisarios de partido, en el que, además, podía trabajar con
rencillas ancestrales y cotilleos típicos de lugares en donde todo el mundo se
conoce. Es imposible abstraerse de todos los horrores del conflicto, pero he
intentado no contar una historia de guerra, sino una historia que transcurre en
tiempos de guerra.

Ilse, la protagonista, es alemana, pero
dejas claro en todo momento que se opone a los horrores del plan llevado a cabo
por el partido nazi porque, muchos alemanes tenían miedo de los alemanes ¿o no?
Muchos alemanes
de derecho fueron expulsados de sus casas, sus trabajos y sus vidas solo por
ser diferentes. Y el concepto “diferente” era muy amplio en ese momento. Los
hubo que aprovecharon la circunstancia para cargarse de poder. La mayoría
sucumbieron al temor y no hicieron nada por evitarlo. Los que intentaron
resistirse lo pagaron muy caro. Fue un momento muy intenso de la historia,
macerado durante muchos años con un profundo adoctrinamiento, desde el
principio de la educación de varias generaciones. Se llego al extremo de que
los propios hijos denunciaban a sus padres. ¿Cómo no iban a tener miedo?
No es Ilse una persona que haya
renunciado a la maternidad; es más, acoge en su seno a dos nuevos “hijos”.
¿Pretendías en un principio crear a un personaje con sus características o se
fue modelando conforme transcurría la trama?
Hay mucho de mi
abuela en ese personaje. Era una mujer con una fortaleza que casi no le cabía
en el cuerpo menudo que tenía. Hizo grandes esfuerzos para que sus hijos
pasaran por la guerra de la forma menos traumática posible. Me consta que cuidó
también de algún otro, pero he perdido la pista. En aquel momento solo tenía
dos opciones: O ataba a sus hijos a la pata de la cama para tenerlos siempre
controlados o les daba libertad de movimiento a pesar de los peligros. Optó por
la segunda y eso dio a los niños la oportunidad de vivir experiencias duras,
pero también extraordinarias.
Y Ramona…
Ramona es aquel
tipo de persona que todos querríamos tener en nuestra vida. El apoyo
permanente, la ráfaga de viento que se lleva las tristezas. Ella y su
complemento perfecto, el viejo Johann, son personajes ficticios pero
necesarios.
Cuando Dante, el doctor alemán aparece
en escena, me imaginé dos escenarios. En el primero resultaría ser un sádico de
esos que tanto gusta describir en novelas de esta temática y en el segundo un
romántico empedernido. ¿Te han hecho este comentario antes?
Es cierto que el
personaje se presta a cualquiera de las dos personalidades. Pero Ilse ya sufre
mucho con su matrimonio y no podía hacerle pasar otra vez por lo mismo. Además,
Dante también tiene un pasado complicado. Creo que merecían encontrase y vivir
una bonita historia.
Y aunque la novela comienza en Barcelona
con los consabidos secretos de familia, luego nada de nada. Justifícate.
Situar la
primera escena en Barcelona me vincula directamente con la vida de mi madre.
Ella dejó todo lo que conocía para venir a España y casarse con mi padre. No
fue fácil adaptarse a una sociedad en la que para cualquier cosa tenía que
pedir permiso a su marido. Pero gracias a eso, yo ahora puedo contar esta
historia.
Carolina Pobla escribe en la guerra pero
no de la guerra. Corrígeme, por favor.
Precisamente
porque ya hay muy buenas novelas que tratan el tema, yo he preferido
concentrarme en el desarrollo de los personajes y en su evolución durante el
conflicto. He intentado darle a cada uno una personalidad muy definida y
después me he metido en su piel para vivir todo el proceso. Me parecía
interesante imaginar la guerra desde el punto de vista de los niños y mostrar
como para unos fue un juego, para otros una aventura y para los más mayores una
catástrofe que desmoronó el mundo que conocían.
Independientemente de las distintas
críticas vertidas sobre la historia, queremos que Carolina haga hincapié en los
puntos que considere más interesantes de su novela.
La novela transcurre
durante los últimos años de la segunda guerra mundial y los primeros de la post
guerra en un entorno rural, lo que le da un punto de vista algo distinto.
A mí me encantó
trabajar este último periodo, en el que el alemán, como pueblo vencido, tuvo
que pagar las consecuencias del conflicto, y asumir las represalias y todo el
proceso de “desnazificación” al que fueron sometidos, mientras reconstruían sus
vidas y un país que estaba en la ruina.
Y si tuviera que elegir un defecto ¿se
mojaría?
Es posible que
quién guste de la novela bélica encuentre poca acción en “Los juguetes de la
guerra”.
La biografía de Carolina Pobla resulta
interesante y curiosa. Su vida ha girado en torno a la danza, pero nosotros la
traemos a colación por su actividad como escritora. Esta barcelonesa se
convierte en persona polifacética bajo las influencias de una niña lectura y, a
la fuerza, lectora. ¿Nos puedes contar en unas palabras cómo fueron tus
principios con la pluma o las teclas?
De pequeña ya me
gustaba escribir diarios. Conservo alguno y me rio mucho cuando lo releo. Pero
nunca se me había ocurrido embarcarme en algo más ambicioso. Es verdad que
desde siempre me ha gustado contar historias. Un amigo me decía que era capaz
de montar un mundo de una tontería y de minimizar catástrofes para dejarlas en
meras anécdotas. Supongo que cuando dejé de bailar, mi subconsciente empezó a
trabajar por su cuenta y se manifestó en sueños e ideas que, después de año y
medio de encajar piezas, se acabaron convirtiendo en “Geranios en el balcón”
Para ser una gran escritora hay que… Trabajar muy duro, rodearse de personas
muy sabias y tener una gran imaginación. Espero llegar a conseguirlo algún día.
Otra cosa es vender mucho, que eso ya
depende de otros factores.
Una vez
terminado el manuscrito, hay que pasar el testigo a todas estas personas sabias,
agentes, editores, correctores, distribuidores, que saben hacer muy bien su
trabajo. Y lo más inteligente es ponerse es sus manos y estar siempre a disposición.
Cuéntanos alguna anécdota relacionada
con Los juguetes de la guerra.
Hay muchas
anécdotas reales dentro de la trama de “Los juguetes de la guerra”, pero creo
que sería una lástima desvelarlas.
Lo que sí puedo
contar es que hay una reacción común entre todas las personas a las que intenté
entrevistar, y es que no querían recordar.
Pero había dos grandes reflexiones: Uno no sabe de lo que es capaz hasta
que se encuentra frente a esa situación extrema. Y no siempre el que viene de
fuera es el peligroso. A veces los enemigos están en casa. Bueno… da que
pensar.
Alguna Feria del Libro que quedara para
el recuerdo…
Solo he tenido
la oportunidad de vivir un Sant Jordi, porque el de este año no ha podido ser.
Tengo que decir que fue una de las experiencias más increíbles de mi vida. Fue
precioso tratar con lectores que venían a que les firmara un ejemplar de
“Geranio en el balcón” y que me decían cosas hermosas de mi trabajo. Estar
sentada en el mismo lado de la mesa que los escritores a los que he admirado
toda mi vida me tatuó una enorme sonrisa permanente durante todo el día. Por la
noche tenía la mandíbula agarrotada, pero el corazón lleno de contento.
Alguna historia por contar…Muchas. Mi cabeza no deja de funcionar y
me sorprende desarrollando ideas a partir de pequeños detalles a cualquier hora
del día. O de la noche.
Alguna manía a la hora de escribir… Suelo tener siempre cerca una taza de
té.
¿Música clásica de fondo? Normalmente música barroca.
Si tuvieras que poner banda sonora a una
película basada en tu libro, esta sería…
¡Qué difícil!
Supongo que depende del momento. En algún episodio tendrían que sonar notas
trágicas, algo de Wagner seguro y música tirolesa popular. En la última etapa,
canciones alegres americanas de los años 40. Y algo suave en las escenas románticas.
Sobre tus influencias literarias…
Mi madre era una
gran lectora y nos enseñó a serlo también a nosotros. Desde muy pequeña he
tenido un libro en las manos. A los siete años ya me dio a leer “El maravilloso
viaje de Nils Holgersson a través de Suecia” de Selma Lagerlöff. ¡No todo el
mundo puede presumir de leer un premio nobel tan pronto! Aún conservo el tomo
con claros signos de haber sido manipulado por una niña, en una edición del
mismo año de mi nacimiento. A partir de ahí he leído de todo. Depende del
momento prefiero algo ligero o algo más profundo. Me gustan los clásicos y soy
una enamorada le las aventuras de Matilde Asensi. Pero reconozco que me cuesta
la poesía. Y me resulta difícil leer teatro.
Ahora me toca a mí, como entrevistador,
dar las gracias a la editorial Maeva por varias razones. La primera de ellas
por la delicadeza y esmero que han volcado sobre este libro, la cual se percibe
al recorrer sus páginas. La segunda por haberme hecho llegar un ejemplar. Debo
reconocer que son bastantes los ejemplares de su factoría que pueblan mi
extensa biblioteca. Por último, el gusto por la portada, que llama la atención
e invita a la lectura.
Siempre digo que
Maeva trata muy bien a los autores y a sus obras. Es evidente el cariño que
ponen en las portadas y en la edición, en general.
No puedo dar por concluida la visita sin
satisfacer otras cuestiones de carácter personal, pero seguro que del interés
de quien lea estas reflexiones.
Me llama la atención el papel del
convento en el que quedan varadas algunas de las hijas de Ilse. ¿Cómo se gesta
este giro en la trama?
Según los
recuerdos de mi madre, este episodio está basado en la realidad que vivieron
ella y sus hermanas. Era una de las pocas opciones que tenían de seguir con su
educación en un entorno más o menos seguro. Además, me daba mucho juego a la
hora de definir los caracteres de las niñas, y añadir pequeñas tramas a la
historia.
Por otro lado, la casa palacio familiar
no consta que volviera a las manos de Ilse tras los años ¿Por qué?
Durante la novela
ella se va desvinculando del caserón. Los acontecimientos hacen que la casa
vaya teniendo distintos usos y me parecía un gesto de cariño dejar que se
quedara con el último. Al final tampoco termina tan alejada de la familia.
Esperando que la vocación conventual
termine por la jura de votos, esta circunstancia sobrevuela la trama y no se
materializa. Curioso al menos.
Betina es uno de
esos personajes a los que les cuesta encontrar su lugar en el mundo. Pero no
estoy segura de que tenga vocación religiosa. Prefiero que lo decida ella.
Es hora de dejar que Carolina Pobla
ponga en valor Los juguetes de la guerra y dé razones a sus potenciales
lectores para que se hagan con un ejemplar de esta entretenida y amena novela muy
apropiada para los meses que se avecinan.
Creo que es una
visión distinta de la vida durante ese momento histórico. Hay mucho de ficción
en esta novela, pero también muchos detalles verdaderos. Podría ser divertido
jugar a descubrir cual es cual. Yo invito al lector a ponerse en contacto
conmigo y comentarlo.
Querida Carolina, ha sido un placer
haber compartido contigo este agradable rato. Esperando que haya sido
recíproco, estaríamos encantados si te hicieran seguidora de nuestro sitio web
y que nos deleitaras de vez en cuando con tus doctas lecciones de escritura.
Esto no es un adiós, sino un hasta luego. Un abrazo muy grande y toda
la suerte del mundo.
Muchas gracias
por todo. Tu diván ha resultado muy cómodo y, fíjate, al final casi nos hemos
terminado la botella de vino.
Entrevista realizada por Francisco Javier Torres Gómez
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